sábado, 19 de septiembre de 2009

Sobre el famoso “faltó actitud”


R. Jeffres decía, "La actitud es nuestra respuesta emocional y mental a las circunstancias de la vida", algo simple y suficiente para entender el término actitud, tan importante en nuestras vidas y muy de moda cuando se analiza a un equipo de fútbol en relación a sus resultados: “El equipo mostró mucha actitud” (cuando se gana) “Faltó actitud para empatar o ganar el encuentro”. Pero, ¿hasta qué punto el ganar un partido (o perderlo) es reflejo de la actitud de un equipo? ¿Es posible jugar sin actitud? ¿Cuál debería ser la actitud correcta de un jugador profesional para llegar al éxito?
La actitud es entre otros, parte básica de las respuestas dentro de un campo de fútbol; junto con la capacidad técnica, funcionalidad táctica, contexto, relación de grupo, etc. Tal vez la actitud sea el mejor reflejo o el más fácil de percibir respecto al factor psicológico, pero no involucra que lo psicológico sea netamente actitudinal, sino una sumatoria de partes tales como: la motivación, rasgos de personalidad, raza, cognición e inteligencias, etc. Tomando esto como cierto, sería justo criticar o analizar la actitud de cada cual sólo desde la óptica resultadista, en nuestra caso, nuestra alicaída selección nacional, etiquetada como un equipo “sin actitud”.
La motivación es aquella fuerza que nos impulsa a conseguir logros, a no rendirse, a no conformarse. Un jugador desmotivado no rinde al máximo de sus posibilidades, y si lo hace, no explora nuevas capacidades, no anima al grupo, en conclusión, no se retroalimenta. El jugador peruano, hambriento de triunfos, de mundiales, de respeto, cargando un pasado glorioso y un presente desastroso, sueña con jugar una final, sueña salir en la portada del diario, con la entrevista exclusiva, los mejores chimpunes y de colores fosforescentes por favor, con el carro del año, harta salsa, con la modelo en su cama, sueña con todo aquello que la vida modesta generalmente le negó. Hasta acá, esto y más está permitido, sería lo que llamamos: motivación externa; aquello que busca que te esfuerces a cambio de dinero, status, sería el dulce como premio para los niños. Pero la diferencia la marcan los que luchan no por un departamento, sino por historia, no por fama, sino por gloria, no para hacerse conocido sino respetado. Llamaríamos a esta la motivación interna, la más importante de todas, la que se trabaja poco; aquí está la respuesta al porque es falso creer que un futbolista por estar en una profesión privilegiada y gustosa no debe nunca bajar los brazos, debe matarse en el campo y ser un ejemplo para los demás. Los semilleros enfocados a forjar futuros elementos potencialmente provechosos para nuestro balompié obvian la importancia de desarrollar en el niño o joven ese hambre innato, me pregunto ¿Cuántos de ellos desarrollan un plan de vida? ¿Les enseñan a estos chicos dotados de buen pie a cómo formularse metas reales? ¿Se le enseña a estos proyectos que el fútbol es una manera de realizarse como persona? La actitud en sí, gira alrededor de muchos factores como ya dijimos, alrededor de la motivación por ejemplo, pero gira alrededor de un factor muy complejo, especial y de suma importancia: los rasgos de personalidad.
Hay jugadores callados, hay jugadores gritones, los fosforitos, los fríos, todos ellos representados en nuestra realidad por muchos jugadores jubilados y vigentes; lo cierto es que uno cree que tiene más actitud el que putea, el que grita, el que defiende a sus compañeros, todo esto se resumiría mejor en palabras como liderazgo, asertividad, histrionismo, competitividad, etc. La personalidad es única y muy estable, no varía de un partido a otro ni mucho menos es antojadiza. Eso de que un jugador es “pecho frío” porque es antipático, no grita, no corrige o porque declara con un lenguaje muy alturado, es solo un estereotipo tonto, las características individuales a veces nos hacen ver lo contrario, un jugador con actitud debe ser como el “Puma”, no siempre. La resiliencia, un concepto muy de moda para estos días, es muy valorada por los profesionales del deporte, aquella capacidad de sobreponerse a las dificultades es un don único, primordial para ser exitoso, y claro, poco trabajado en nuestro medio. La mejor escuela es la propia vida, la mejor maestra de lucha y la única que siempre te dará la oportunidad de reivindicarte. El fútbol debe entenderse como toda actividad humana, un hombre aprendiendo a ser más hombre. Bajo esta mirada, trabajar la tolerancia a la frustración; ¿Cuánto influye a un jugador fallarle en los entrenamientos bajo la mirada de un buen técnico, digamos un Bielsa, Bianchi , Markarián? La presión siempre está presentes, pero porqué pensar que todos los futbolistas peruanos están preparados para sobrellevarla, ¿Cuál será la causa que un debutante lo haga mucho mejor que otro igual, bajo las mismas condiciones? El temperamento importa y es de muchas veces de gran ayuda, pero más importante aún creo es la inteligencia emocional que aparte de lo psicológico, es vital para el cumplimiento de las funciones de táctica y estrategia; usualmente los últimos 15 minutos de cada partido un equipo termo céfalo juega sin un manual definido y solo es llevado por las ansias de ganas o empatar el cotejo; muchas veces funciona pero le auguro un mejor desarrollo al manejo emocional en esos momentos.
La mejor actitud es la que te hace consiente de tus posibilidades, aplica lo mejor que tienes y esconde tus debilidades, la que se retroalimenta consigo mismo, con el equipo y su contexto. Cierto es que un ganador, empieza siendo un luchador y este lo aprende con el tiempo en las batallas, no exijamos resultados sino se trabaja en ellos, mientras un futbolista no se prepare para la vida, es difícil que esté preparado para un partido, para un campeonato o para la final con que siempre soñó.

El Haro.